19 de febrero
El país se deshace en un doble sentido: se les escurre a los gobernantes como el agua entre los dedos de las manos y se le esfuma a la población como se esfuma el aire ligero en la densa bruma de la economía. La crisis es la crisis de lo real. Lo real, en tanto que es único y singular, es una idiotez, escribe el filósofo irreverente Clément Rosset. Pero lo real, en tanto que participa de la calidad de la idiotez, se ha diversificado: sobran las miradas y sobran por partida doble las palabras que lo describen. La idiotez no es plural, sólo se ha pulverizado.
La idiotez se ha globalizado, de eso no hay duda. La pulverización de lo real ha contribuido a ello más que su singularización. Es posible observar, sin ser un especialista en ninguna ciencia, que la crisis económica del mundo no es real pero sus efectos son crudamente reales. Me explico: desde lo más alto de la montaña una potente voz anuncia un derrumbe que aplastará a los de abajo. La voz y el derrumbe son reales, pero la causa del derrumbe fue la propia voz, no la naturaleza. He aquí la idiotez globalizada. ¿No es idiota decir y aceptar que habrá crecimiento cero?
Los gobernantes dicen idioteces todos los días. Su mirada de lo real puede ser veraz, pero las palabras que utilizan para describirlo no lo describen, lo desacreditan. La mecha se encendió cuando en calificaron al país de ser un Estado fallido. Lo que vino enseguida fue un incendio que los gobernantes han querido apagar con gasolina. Eso han hecho el presidente Calderón y su gabinete de idiotas.
Los adictos a las grandes palabras tomaron con solemnidad (¿cómo si no?) lo del Estado fallido. Unos, los críticos pasionales, confirmaron con una palabra su letanía de estribillos sensibleros; otros, los defensores de un Estado indefenso, están lanzados en una campaña de disparates para salvaguardar el honor de la imagen de México ante el mundo. De nada ha servido: el asesinato de un científico francés ha sido más poderoso que los miles de muertos por el crimen organizado. Lo real y su doble han dejado de estar en consonancia. El reflejo se ha distorsionado y ya no sabemos si las representaciones de lo real son meras disonancias. Lo cierto es que millones de seres humanos perdieron sus empleos. Este hecho no es singular pero es real, y lo único idiota del caso es la convocatoria presidencial a la unidad de los mexicanos contra los traidores.
He seguido con atención las notas de policía que dan cuenta de los robos. Se han incrementado (parece que escandalosamente) los pequeños robos de comida. Incluso se ha inventado un término para definirlos: mini robos de alimentos. No es la misma realidad robar en un supermercado un perfume, una peineta o un lápiz labial que robar una pieza de pollo, un paquete de carne o un litro de leche. Uno puede saber lo que publican los periódicos (y no de todos) y de lo que te enteras en la calle, pero todo lo que acumulas de información es apenas una sombra de lo real. ¿Quién puede calcular los mini robos de alimentos en todo el país y con cincuenta millones de seres humanos necesitada de alimentarse? ¿Qué gobierno o qué poder supra real podría contarlos y luego informarnos qué es lo real? Cualquier intento oficial o privado que buscara frenar los pequeños robos de comida sería como el intento por frenar la poderosa fuerza de un caudaloso río desbordado cuando entra a la ciudad.
Lo real es trágico porque se nos aparece desnudo de artificios o protocolos. Por eso no nos gusta. Por eso se dice que la más importante y útil virtud humana es el auto engaño. Pero también es cómico, en tanto que su desnudez nos permite comprobar que debajo de la vestimenta de las representaciones sólo hay aire, fantasmagoría pura.
Lo real, sin embargo, tiene cuerpo, del mismo modo que el aire lo tiene. Si la gente no estuviera tan desmoralizada por el ambiente que ha generado la crisis económica mundial, todos escribiríamos comedia. El temario sería un extenso catálogo de humor involuntario, el más idiota de los humores que los seres humanos somos capaces de representar.
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