Fotografía: Manuel Álvarez Bravo, Parábola óptica, plata sobre gelatina, 1931.
Por Inocencio Reyes Ruiz
La mayoría de las encuestas nacionales dan al PRI, en promedio, una ventaja de trece puntos sobre el PAN en las preferencias electorales de diputados federales. En el caso de El Bajío, región que incluye a Querétaro, esas encuestas coinciden en que la distancia no pasa de seis puntos a favor del PAN; y hay una, la de Mitofsky, que da menos de un punto de ventaja al partido gobernante. Son los resultados de diciembre. Pero las elecciones no fueron en diciembre. Serán el próximo cinco de julio, de modo que por el momento no hay que hacer demasiado caso a los números. Falta lo que falta. Y un ciudadano inteligente esperaría, con razón antes que con fe, que los votantes no le regalen al PRI la mayoría absoluta en la cámara de diputados. En Querétaro tenemos la mala experiencia de haberle dado todo al PAN, y un poco más que todo. Lo hemos hecho a pesar de que tenemos una larga experiencia de lo que ocurre –y de lo que no ocurre– cuando una sola persona dispone a sus anchas del poder casi absoluto. No hemos tomado conciencia de esa verdad democrática elemental: distribuir el poder entre varios es mejor que entregarlo a un solo.
Las elecciones locales (gobernador, diputados y ayuntamientos) no siguen necesariamente los resultados de las encuestas de cargos federales. Pero no son tan distintas ni tan distantes. Las preferencias entre unos y otros se acortan en todas partes. En la medida en que se conozcan los nombres de los candidatos y transcurran las campañas, entonces será posible llevar a cabo pronósticos más cercanos a las diferentes realidades electorales del estado. Es bueno recordar que en Querétaro –creo que en esta ocasión así ocurrirá en todo el país– la competencia es solamente entre dos partidos. Por su lado, a años luz de la apertura y la civilidad, el PRD local ha afianzado su carácter familiar y sectario. ¿Qué hacemos con el partido de Shárik? Mejor dicho: ¿qué hacemos con Shárik? No, de ninguna manera: la propuesta de Bulgákov es inadmisible.
La única competencia, durante una década, ha estado en el PAN. Por eso los panistas queretanos están al borde de una división fatal, tanto o más que la de San Luis Potosí. La división ha podido ocultarse y atemperarse por el momento, pero en cuanto el poder central (el presidente Calderón y el CEN del PAN) defina los intereses que más convienen al proyecto presidencial, veremos la verdadera dimensión de la ruptura. En el camino de la definición de esos intereses jugarán necesariamente su papel los agravios. Es preciso recordar que, en general, la clase gobernante del PAN en Querétaro ha sido leal a Manuel Espino. (El único panista importante que ha mantenido su lealtad a Calderón es el ex gobernador Ignacio Loyola Vera). Y es probable entonces que el proceso electoral panista se semeje al que tiene lugar en San Luis Potosí: el PAN contra el PAN.
Si dejamos de lado las encuestas y reducimos la reflexión a las puras apariencias, el ambiente se ve desalentador. Hay inconformidad, desilusión, escepticismo, indiferencia. En las apariencias, el político más popular del PAN es Armando Rivera Castillejos y el del PRI es José Calzada Robirosa. El primero tiene más aceptación entre la ciudadanía pero no entre la militancia. El segundo parece, con mucho, más aceptado que su presunto contrincante, el eterno Jesús Rodríguez Hernández, pero éste parece tener más aliados entre los escombros de la estructura del PRI.
Ante este panorama general, parece que la verdadera alternancia está en el propio PAN. Si esto último es cierto, entonces no hay alternancia. Hay que decir, sin embargo, que Armando Rivera Castillejos es un adversario más peligroso para la clase gobernante del PAN que el propio José Calzada, salvo que éste tuviera los márgenes de maniobra suficientes para ganar la candidatura sin que sus amarres sean sus amarras. Hay que ver si Calzada logra negociar con los grupillos priístas que, aunque fantasmagóricos, tienen el poder de quitarle votos antes que acercárselos.
Es improbable que Jesús Rodríguez gane la candidatura del PRI y casi imposible que ganara la de gobernador, considerando incluso unas condiciones económicas rallando en el desastre. El voto en contra que el notario público ha acumulado durante casi treinta años no se borra fácilmente. No es el caso de Calzada, a quien el voto en contra del PAN lo beneficiaría parcialmente. Consideremos que se incrementará el número de indecisos pero crecerá más el número de desilusionados. Entre unos y otros, el abstencionismo es el número más seguro que podemos contar.
En el PAN hay otros aspirantes y sus posibilidades están en el juego. Si atendemos al poder real que han acumulado, creo que el presidente municipal de Querétaro Manuel González Valle reúne a su favor el hecho de que está presente en el cargo y reúne las voluntades de los poderes reales del estado, salvo que las clases empresariales no conforman, como en pasadas elecciones, un tendencia homogénea, sobre todo por los agravios reales o supuestos que, afirman, les ha proferido un gobierno que los ha atendido poco y mal. González Valle puede ser el candidato del PAN; tendría que reunir a su favor la voluntad del presidente Calderón y la del CEN de su partido. Enfrentado a José Calzada, la competencia, creo, sería muy cerrada. Y, claro, habría que considerar el destino que la negociación deparase a Armando Rivera, el infiel de la balanza.
El tercer candidato fuerte del PAN es el secretario de gobierno, Alfredo Botello. Como Jesús Rodríguez, es un político experimentado, pero sus artes políticas pertenecen al reino de la oficina, no a la calle ni a la gente. Creo que el poder que Botello pueda desplegar dependerá de los métodos de selección que se aprueben. Si tales procesos se dejan al libre juego de las fuerzas locales, su poder puede definir la balanza. Pero ese libre juego es improbable. Un cuarto candidato puede ser Jorge Rivadeneyra, alcalde de San Juan del Río. Sus posibilidades, sin embargo, dependen de una lotería de factores antes que de su propia fuerza.
Por cuanto ve al campo de batalla donde se disputarán los votos, el internet y el rumor serán –ya lo son– los espacios más influyentes. Su influjo llegará a la masa de indecisos. La lucha estará en la red y en el enorme caudal de rumores que tendrán un peso superior al de la campaña de 1997. El rumor –siempre destructivo– circula libremente dondequiera y no habrá poder humano que lo detenga.
Es importante observar el papel que jugarán los órganos electorales. En el caso local, los consejeros electorales, prudentes hasta lo timorato, tendrán una prueba de fuego a la hora de imponer sanciones, pero antes veremos si tienen capacidad de organizar y vigilar los procesos electorales más complejos de la historia. El dinero, más que nunca, es la pista de la inequidad. El financiamiento público, de fácil verificación, no será nada frente a los recursos que por medios distintos y enredados llegarán a partidos y candidatos. Hay que estar atentos al neo corporativismo electoral y su eficaz funcionamiento para trasladar (o acarrear) a votantes.
Si el caso fuera simplificar las elecciones locales, yo pondría una primera cuestión: Querétaro puede ser uno de los escenarios donde se lleve a cabo la pelea central de la política panista: Calderón o Espino. ¿Los dos? Esperemos entonces a ver qué pasa con la combinación. La designación de los candidatos a diputados federales puede ser una primera pista. Pero la disputa por las gubernaturas es más compleja de lo que parece. Lo que se dice del PAN es aplicable al PRI: los gobernadores han acrecentado su poder y ya influyen con éxito en la designación de su sucesor. En esta nueva realidad política la voluntad de los gobernadores contradice a los poderes centrales. Así, la ruptura es un peligro para unos y otros.
Las elecciones locales (gobernador, diputados y ayuntamientos) no siguen necesariamente los resultados de las encuestas de cargos federales. Pero no son tan distintas ni tan distantes. Las preferencias entre unos y otros se acortan en todas partes. En la medida en que se conozcan los nombres de los candidatos y transcurran las campañas, entonces será posible llevar a cabo pronósticos más cercanos a las diferentes realidades electorales del estado. Es bueno recordar que en Querétaro –creo que en esta ocasión así ocurrirá en todo el país– la competencia es solamente entre dos partidos. Por su lado, a años luz de la apertura y la civilidad, el PRD local ha afianzado su carácter familiar y sectario. ¿Qué hacemos con el partido de Shárik? Mejor dicho: ¿qué hacemos con Shárik? No, de ninguna manera: la propuesta de Bulgákov es inadmisible.
La única competencia, durante una década, ha estado en el PAN. Por eso los panistas queretanos están al borde de una división fatal, tanto o más que la de San Luis Potosí. La división ha podido ocultarse y atemperarse por el momento, pero en cuanto el poder central (el presidente Calderón y el CEN del PAN) defina los intereses que más convienen al proyecto presidencial, veremos la verdadera dimensión de la ruptura. En el camino de la definición de esos intereses jugarán necesariamente su papel los agravios. Es preciso recordar que, en general, la clase gobernante del PAN en Querétaro ha sido leal a Manuel Espino. (El único panista importante que ha mantenido su lealtad a Calderón es el ex gobernador Ignacio Loyola Vera). Y es probable entonces que el proceso electoral panista se semeje al que tiene lugar en San Luis Potosí: el PAN contra el PAN.
Si dejamos de lado las encuestas y reducimos la reflexión a las puras apariencias, el ambiente se ve desalentador. Hay inconformidad, desilusión, escepticismo, indiferencia. En las apariencias, el político más popular del PAN es Armando Rivera Castillejos y el del PRI es José Calzada Robirosa. El primero tiene más aceptación entre la ciudadanía pero no entre la militancia. El segundo parece, con mucho, más aceptado que su presunto contrincante, el eterno Jesús Rodríguez Hernández, pero éste parece tener más aliados entre los escombros de la estructura del PRI.
Ante este panorama general, parece que la verdadera alternancia está en el propio PAN. Si esto último es cierto, entonces no hay alternancia. Hay que decir, sin embargo, que Armando Rivera Castillejos es un adversario más peligroso para la clase gobernante del PAN que el propio José Calzada, salvo que éste tuviera los márgenes de maniobra suficientes para ganar la candidatura sin que sus amarres sean sus amarras. Hay que ver si Calzada logra negociar con los grupillos priístas que, aunque fantasmagóricos, tienen el poder de quitarle votos antes que acercárselos.
Es improbable que Jesús Rodríguez gane la candidatura del PRI y casi imposible que ganara la de gobernador, considerando incluso unas condiciones económicas rallando en el desastre. El voto en contra que el notario público ha acumulado durante casi treinta años no se borra fácilmente. No es el caso de Calzada, a quien el voto en contra del PAN lo beneficiaría parcialmente. Consideremos que se incrementará el número de indecisos pero crecerá más el número de desilusionados. Entre unos y otros, el abstencionismo es el número más seguro que podemos contar.
En el PAN hay otros aspirantes y sus posibilidades están en el juego. Si atendemos al poder real que han acumulado, creo que el presidente municipal de Querétaro Manuel González Valle reúne a su favor el hecho de que está presente en el cargo y reúne las voluntades de los poderes reales del estado, salvo que las clases empresariales no conforman, como en pasadas elecciones, un tendencia homogénea, sobre todo por los agravios reales o supuestos que, afirman, les ha proferido un gobierno que los ha atendido poco y mal. González Valle puede ser el candidato del PAN; tendría que reunir a su favor la voluntad del presidente Calderón y la del CEN de su partido. Enfrentado a José Calzada, la competencia, creo, sería muy cerrada. Y, claro, habría que considerar el destino que la negociación deparase a Armando Rivera, el infiel de la balanza.
El tercer candidato fuerte del PAN es el secretario de gobierno, Alfredo Botello. Como Jesús Rodríguez, es un político experimentado, pero sus artes políticas pertenecen al reino de la oficina, no a la calle ni a la gente. Creo que el poder que Botello pueda desplegar dependerá de los métodos de selección que se aprueben. Si tales procesos se dejan al libre juego de las fuerzas locales, su poder puede definir la balanza. Pero ese libre juego es improbable. Un cuarto candidato puede ser Jorge Rivadeneyra, alcalde de San Juan del Río. Sus posibilidades, sin embargo, dependen de una lotería de factores antes que de su propia fuerza.
Por cuanto ve al campo de batalla donde se disputarán los votos, el internet y el rumor serán –ya lo son– los espacios más influyentes. Su influjo llegará a la masa de indecisos. La lucha estará en la red y en el enorme caudal de rumores que tendrán un peso superior al de la campaña de 1997. El rumor –siempre destructivo– circula libremente dondequiera y no habrá poder humano que lo detenga.
Es importante observar el papel que jugarán los órganos electorales. En el caso local, los consejeros electorales, prudentes hasta lo timorato, tendrán una prueba de fuego a la hora de imponer sanciones, pero antes veremos si tienen capacidad de organizar y vigilar los procesos electorales más complejos de la historia. El dinero, más que nunca, es la pista de la inequidad. El financiamiento público, de fácil verificación, no será nada frente a los recursos que por medios distintos y enredados llegarán a partidos y candidatos. Hay que estar atentos al neo corporativismo electoral y su eficaz funcionamiento para trasladar (o acarrear) a votantes.
Si el caso fuera simplificar las elecciones locales, yo pondría una primera cuestión: Querétaro puede ser uno de los escenarios donde se lleve a cabo la pelea central de la política panista: Calderón o Espino. ¿Los dos? Esperemos entonces a ver qué pasa con la combinación. La designación de los candidatos a diputados federales puede ser una primera pista. Pero la disputa por las gubernaturas es más compleja de lo que parece. Lo que se dice del PAN es aplicable al PRI: los gobernadores han acrecentado su poder y ya influyen con éxito en la designación de su sucesor. En esta nueva realidad política la voluntad de los gobernadores contradice a los poderes centrales. Así, la ruptura es un peligro para unos y otros.
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