Me gusta mi destino que tiende a desmoronarse.
Imre Kertész
Yo, otro
Muchas veces entender es un malentendido. El que fui ya no existe. Cualquier intento por ser el de ayer es un engaño. Soy otro.
¡Vamos!, ¿para qué tanta solemnidad si sólo se trata de una firma?
Envidio a las personas que dicen “Yo siempre he pensado que. . .” Son dioses.
Abro donde sea Exégesis de los lugares comunes de León Bloy. Leo la frase que todos decimos: “No se puede tener todo en la vida”.
Bloy, el enemigo público número uno de los imbéciles, tiene razón. El sentido del lugar común es: “No se debe tener todo en la vida”.
“No tengas más de lo que pueda amar tu corazón”, le aconseja el viejo mafioso siberiano a su aprendiz en la novela Educación siberiana de Nikolái Lilin.
¿Y a qué vienen estos retazos de nada si sólo se trata de trazar un garabato en un papel?
Es cierto, ya parezco el soldado Svejk de Jaroslav Hašek.
“¿Por qué se te ha metido en la cabeza la idea de que debes ser feliz?”, le reprochaba Ósip Mandelstam a Nadieshda, su mujer, que recuerda el reproche en uno de los libros más conmovedores que he leído: Contra toda esperanza.
¿Y a qué viene tanto drama si sólo se trata de falsificar una firma? ¡Al grano!
Fui al banco a cobrar un cheque. Lo endosé, anoté mis datos en el reverso y puse en las manos regordetas de la cajera mi credencial de elector, que data de 1991.
“La firma del endoso y la de la credencial no son las mismas” –me dice la cajera. “Además, usted no es el de la foto”.
Comparo: tiene razón, es evidente, yo no soy ése.
– ¿Qué hago? –le pregunto.
– Firme como en la credencial –me responde con un inconfundible acento prusiano.
Me aparto de la ventanilla y ensayo la firma de la credencial durante dos horas. Nada.
Le digo a la cajera que me voy a casa a ensayar, que vuelvo al día siguiente, o sea mañana. Durante una semana, en jornadas extenuantes, intento falsificar mi firma. Nada. Falté a mi compromiso de regresar “mañana”.
Sin embargo, es imposible volver al día siguiente, o sea mañana, pues el día siguiente siempre acaba siendo hoy, y yo quedé de ir mañana (¡Gracias, señor Mrożek!).
A ver si mañana es mañana, no hoy. Sigo ensayando la firma, porque ¿qué tal si mañana es mañana y por fin deja de ser hoy?
Las estrías quiebran el tiempo y por desgracia “el pasado no ha nacido aún”.
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