El diputado Germán Borja declaró que en Querétaro sólo se permitirán los matrimonios entre parejas de hombre y mujer, de hombres solos o de mujeres solas.
Los maloras se rieron y la gente decente se carcajeó.
Nadie ha podido ver el sentido poético de la propuesta del diputado.
Cualquier profesor de filosofía diría que es preciso transgredir las fronteras con una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica. Yo no califico para comprender tan excelsa profundidad.
Si el lema de la humanidad es “Quiérete a ti mismo” (es el lema más imbécil de todos cuantos el hombre ha cincelado para zurcir el sentido de la vida), no tiene por qué ser motivo de risa el hecho de que un hombre solo o una mujer sola se amen a sí mismos, cada quien por su lado, se entiende.
Luego entonces, si un hombre solo o una mujer sola se aman a sí mismos, si son felices consigo mismos, forman parejas de hecho que merecen ser reconocidas por la ley, instituyendo el matrimonio de una mujer con ella misma y de un hombre con él mismo.
Unos y unas se han casado con Dios o con Jesucristo. Los modelnos de los que se burlaba García Lorca proclaman que están casados con el arte o la literatura. Son legiones los que se casan con el dinero.
¿Qué de malo tiene que una mujer sola se case con ella misma y tenga derecho a una ceremonia civil que le conceda derechos y obligaciones a su yo y a su otro yo?
Pregunté a un hombre solo si se quería casar con él mismo y al instante me respondió: “¿Estás loco? No me soporto ni a mí mismo”.
Pregunté a una mujer sola lo mismo y, furibunda, me mandó al diablo: “No me volvería a casar con nadie por nada del mundo”.
Agustín Lara decía que su novia era la tristeza, pero el muy ladino se casó con María Félix.
Un buen hombre le recomendó al diputado Borja que se dedicara a la poesía mística. Que escribiera algo así como “Diálogos conyugales entre mi yo y mi yo”.
No aceptó, pues sospecha que como poeta no ganará los doscientos cincuenta mil pesos mensuales que recibe como representante popular.
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