viernes, 26 de abril de 2013

Debiera haber urólogas


La rutina me mata. Literalmente. Siempre lo mismo: el sol en la mañana, la luna en la noche. Respiro, como, duermo, sueño, miro, camino, amo, odio. . .

Siempre lo mismo.

La enfermedad se agrava con los años. La psicogénesis y la neurogénesis son unas impostoras, tan falsas como las charlatanerías de la medicina alternativa.

He probado no menos de setecientos remedios, conjuros y tratamientos. Nada. Lo mismo sigue siendo lo mismo: la hermosa mirada de Katia, las sonatas sublimes de Mozart, el tempo rubato de Chopin, los helechos esponjados de la primavera. . .

Médicos, magos, chamanes, brujos, curanderos, sanadores, pitonisas, adivinadores y una inmensa ralea de especialistas han fracasado.

Lo mismo sigue siendo lo mismo: como cuando tengo hambre y duermo cuando tengo sueño. ¡El sueño, espejo de Tánatos!

Oh, sueño, tú que al hombre a morir enseñas
Y el sabor del siglo por venir le muestras.
(Jan Kochanowski)
 
Sin embargo, los milagros existen.

Ayer descubrí, en la esquina de mi casa, un centro de diagnóstico en el que ofrecen, entre una centena de estudios especializados, “estudios de rutina”. ¡Ya está!

Sé –¿qué me importa a estas alturas comprender las causas de mi terrible enfermedad?– que el tratamiento no va necesariamente en consonancia con una comprensión del funcionamiento del cerebro y los entresijos del alma.

Aunque todo sigue siendo lo mismo, por fin veo la luz al final del túnel. Un rutinológo es la solución.
Hice una cita para mañana, dispuesto a contarle al especialista mi tragedia, a confesarle que mi vida necesita un cambio revolucionario.

Estoy dispuesto a todo, incluso a una cirugía de rutina.

Sin embargo, el gozo se fue al pozo. Hace un rato consulté con un médico de los de antes, un sabio del cuerpo y del alma, y me explicó de qué se tratan los estudios de rutina.

Cuando me dijo que el estudio de rutina incluye el tacto rectal, cancelé la cita. Pensé: debiera haber urólogas.

El caso es que lo mismo sigue siendo lo mismo: muy temprano sale el sol con brillante alegría y por las tardes se marcha con rojiza tristeza.



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